jueves, 9 de febrero de 2012

Setiembre 2011 ¿Quién Excluyó A Quién?

Exclusión, Inclusión y Democracia

Si bien la palabra griega "democracia" fue inventada por los atenienses para definir un sistema de Gobierno en el cual las decisiones son tomadas con la participación del pueblo; esta recién se pudo aplicar a partir de la segunda mitad del siglo XIX junto con el sufragio universal, la abolición de la esclavitud y la sanción de constituciones que hicieron posible la positivación de los derechos humanos.
 
Este antecedente sirve para hacer una reflexión histórica, al parecer obvia, pero que es útil para explicar ciertas conductas atávicas: el Imperio Incaico no fue una democracia. Fueron entonces cuatrocientos años de vasallaje en los que el pueblo no tuvo ninguna participación en las decisiones de Gobierno, es decir, fue un excluido político, pero al no ser beneficiario de las bondades económicas del Imperio, fue también un excluido social y económico (no hubo propiedad privada).
La Conquista y luego el Virreinato no cambiaron esa condición. Y se extendieron entonces por cuatrocientos años más estas exclusiones. Con la llegada de la democracia, a principios del siglo XX, comenzaron a cambiar las relaciones entre el ciudadano y el Estado. De a pocos, se fueron escuchando las voces del pueblo, disminuyendo la exclusión política sin que esto haya significado, en pleno siglo XXI, que los gobiernos estén escuchando las voces de todos, porque todavía hay muchos que no pueden dejarse oír.
 
Sin embargo, "la exclusión social" es la que no ha tenido cambios dramáticos. Su expresión más perversa: la pobreza, no ha podido aún ser superada; razón por la cual, con todo derecho, podemos afirmar que el Estado no ha cumplido la finalidad para la que fue creado.
 
Rescatar unánimemente su antípoda: "la inclusión social", es una magnífica señal. Pero no lo es tanto, si todavía no hemos logrado definirla; dando lugar a escoger armas poco efectivas para conseguirlo.
 
El origen
La definición del término de "exclusión", que tuvo su origen en Europa, llegó a tener una relación muy íntima con la marginación. Traída al nuevo continente, en la segunda mitad del siglo XX, tuvo otra connotación sociológica y se la asoció a la pobreza, la falta de oportunidades y la incapacidad de hacer compartir, a los más vulnerables, los beneficios y la riqueza que ya empezaban a generar los Estados.
 
Lo paradójico es: que en épocas de crisis económicas, los Estados han exhortado a los pobres a tener paciencia y "ajustarse los cinturones", es decir, a compartir las angustias del problema. Pero cuando por diversas razones esos mismos Estados tuvieron épocas de bonanza, los "ajustados" no compartieron sus beneficios. Para ellos todo siguió igual.
 
Nunca como ahora
Me complace que nunca como hoy todos los peruanos hayamos decidido iniciar una lucha frontal contra la exclusión. En lo que tengo razonables dudas, es en la forma y los métodos que ha escogido el Gobierno para luchar contra este flagelo.
Si la manifestación más perversa de este proceso exclusivo es la pobreza, debemos comenzar por definirla. Diversos autores coinciden en que ella es la incapacidad económica que tiene un ciudadano para solventar las necesidades básicas de él y su familia, tal como lo he expresado en un artículo anterior.
 
Siendo esto así –decía en esa explicación– las manifestaciones o efectos de la pobreza son el hambre, la desnutrición, la falta de salud, vivienda, servicios básicos y una adecuada educación.
Pretender acabar la pobreza atacando solo sus efectos,  a través de programas sociales asistencialistas que crean dependencia, no parece ser el camino correcto. La tarea más efectiva es crear empleo digno y bien remunerado, concepto que tímidamente ha adoptado el actual gobierno, exigiendo que estos programas sean productivos; sin decir cómo hacerlo.
 
Mientras estas impresiones estén presentes, lo más probable (pero no lo deseable) es que la pobreza no podrá disminuir en relación directa al esfuerzo y los recursos asignados. Algunos de los 24 programas sociales vigentes, tienen más de quince años, sin que la pobreza haya podido disminuir como lo esperábamos. La población rural del país, especialmente la que habita la sierra, es pobre en un alto porcentaje; llegando incluso al 70% en departamentos como Huancavelica, Ayacucho y Apurímac, sin visos de solución.
 
Previa reingeniería
En el artículo: "Cómo acabar con la pobreza" (Edición Nº 39, Junio 2011; pág. 47), sugería dos grandes cursos de acción en cuanto a los Programas Sociales vigentes: unificarlos y, previa reingeniería, hacerlos más efectivos aumentando sus recursos y ampliando su cobertura. Nos complace que después del 28 de Julio, éstos hayan patentizado justamente las grandes decisiones del Gobierno. Los programas sociales estarán en un solo Ministerio. Y en el Presupuesto General de la República para el año 2012, se les han incrementado los recursos, fijándose metas concretas para llegar a más distritos.
 
Expresamos en forma clara que estos programas son sumamente necesarios, mientras emprendemos el camino correcto para luchar efectivamente contra la pobreza. En esta lucha incluimos, premonitoriamente, lo que el gobierno también ha decidido: hacerlos productivos (lo que no se nos ha dicho es cómo hacerlo).
 
Es por ello, que queremos recordar que planteamos tres cursos de acción para generar empleo digno y bien remunerado: el Programa de Apoyo a los Pequeños y Micro-empresarios, el Programa a Trabajar País (que luego el Gobierno lo adoptó cambiándole de nombre) y el Programa Emprendedores País. Cada uno de ellos, fueron concebidos en detalle y con una finalidad específica.
 
Este esfuerzo conjunto: de mitigar los efectos de la pobreza mediante programas sociales y de luchar efectivamente contra ella, mediante Programas de Generación de Empleo, está orientado a acabar con la exclusión e incluir a los pobres.
 
Sin embargo, para que ambos sean efectivos: el Estado necesita reasumir su rol promotor; el mismo que está contenido en la Constitución. Pero el sustento de este esfuerzo conjunto es la Educación, como hace muchos años lo venimos sosteniendo. El crecimiento económico (y, en general, la riqueza generada por el Estado) no se reparte sino que la "recogen" los ciudadanos cuya educación, les permite acceder a ella.
 
La riqueza de un Estado se asemeja a los frutos que tiene un árbol. Estos no los reparte el árbol, sino que acceden a ellos quienes tienen la capacidad de trepar a él y cogerlos. Esa aptitud la brinda la Educación.
 
Locomotoras
del desarrollo
Hace algunos años, cuando el país se encontraba sumido en una crisis económica recurrente, sugerimos establecer prioridades, a las que denominamos: las "cuatro locomotoras del desarrollo". Hoy los tiempos han cambiado para bien, al punto que tenemos incluso una reserva de contingencia para enfrentar los efectos de la crisis (15,100 millones de soles). Sin embargo, seguimos insistiendo en que la agricultura debe suscitar más importancia en las decisiones del Gobierno. No solo porque esta emplea el 30% de la PEA, sino por que alberga el 70% de pobres del país.
 
El 80% de predios son de una hectárea como máximo y el 70% de ellos, tienen cultivos de sobrevivencia. La falta de asociatividad, una mala gestión empresarial, incipiente tecnología (lo que limita su productividad), una extensa cadena de comercialización, la falta de títulos y el minifundio, pueden enfrentarse adecuadamente con el Programa de Apoyo a los Pequeños y Micro-  Empresarios PAÍS, que venimos sugiriendo.
 
Casi no se ha hablado de la inclusión económica, aquella que permitirá que el país pueda superar la informalidad. Ella consiste en que todos los agentes económicos se encuadren dentro del sistema legal, se beneficien de los incentivos que otorga el Estado y cumplan con las obligaciones tributarias, como todos los ciudadanos del país. La grave crisis económica de los ochentas del siglo pasado, pudo ser superada sin llegar al "desborde popular" que tanto temía Matos Mar; gracias al ingenio de los pobres: que crearon su propio empleo al margen de la formalidad. Ha llegado la hora de motivarlos a cruzar el río y situarlos en la otra orilla.
 
Las "cinco patas
de la mesa"
Ello solo será posible, si encuentran suficientes ventajas para hacerlo. Porque ya ha quedado demostrado que ninguna solución compulsiva ha tenido éxito. Para ello, el Estado deberá aplicar lo que hemos denominado: las "cinco patas de la mesa": capacitación tecnológica, capacitación administrativa, acceso al crédito, búsqueda de mercados y gradualidad impositiva.
 
La base tributaria en el país es una de las más bajas de América Latina (13.5% respecto al PBI). Eliminando gradualmente la informalidad, ésta tendría un incremento significativo; pero lo más importante, es que la exclusión económica iría disminuyendo paulatinamente.
 
Finalmente, uno de los objetivos del proceso de descentralización, es conseguir la activa participación de la población en la toma de decisiones de sus gobiernos regionales, así como en el de los gobiernos locales. Esto que hemos convenido en llamar "inclusión política" no se ha logrado aún en la medida que se esperaba.
 
Pero, incluso, sigue siendo un anhelo frustrado a nivel nacional. Concluidas las elecciones, los sucesivos gobernantes creen que ya no necesitan escuchar a la población. Se olvidan que la legitimación del poder proviene del pueblo y este es un proceso permanente. No puede haber Gobernanza prescindiendo de la voz del pueblo.
 
 
 
Ideas e iniciativas
 
Nos hemos olvidado que la Democracia es el Gobierno del pueblo (con su participación) y para el pueblo (en beneficio de éste). Esta, en consecuencia, es consolidar la Democracia, hacerla participativa. No creemos que deban desperdiciarse valiosas ideas e iniciativas, por el solo hecho de no ser parte del aparato del Estado. Los funcionarios de confianza solo llegan a pocos miles; los profesionales capacitados para contribuir suman tal vez cientos de miles. Hagamos que dejen de hablar para ellos mismos. Incluyámoslos políticamente.
Esta voz es una de ellas. Con la obstinación que inspira el amor por la patria y su futuro, seguiremos contribuyendo con algunas reflexiones. Y en el largo camino de la perfección, las iremos afinando con el mismo dinamismo con que se mueve la realidad.