El célebre economista inglés Ezra J. Mishan escribió en su libro "Los costes del desarrollo
económico", que usualmente son tres los fines de la política: 1) el desarrollo económico; 2) una distribución más equitativa del producto nacional; y 3) una más adecuada asignación de nuestros recursos nacionales; para luego afirmar tajantemente que: "nada es bueno para la sociedad, si no lo es para todos los individuos que la conforman".
Con esta sentencia dejó claramente sentado que todos los esfuerzos que los gobiernos hagan por incrementar el PBI (crecimiento económico) deben tener como finalidad el aumento de los ingresos de los individuos y no los guarismos de ese crecimiento per se, constituyéndose estos en una obsesión por el uso político que se hace de ellos.
Ley del columpio
En países dependientes como el nuestro, el crecimiento económico está sujeto a los vaivenes de la economía mundial. Y como está demostrado (particularmente por el economista ruso Nikolai Kondratiev), el comportamiento de esta es cíclico. No hay país del planeta (ni los EE.UU), que no estén sujetos a esta Ley de subidas y bajadas. Fenómeno al que Keynes describió como la ley del columpio.
No son justificables los lamentos del presidente Humala por las dificultades que ha tenido que sortear por la desaceleración de China. Esta ya había sido anunciada por Joseph Stiglitz hace más de seis años, advirtiendo que para atenuar sus efectos, los países chino-dependientes como el nuestro, debían adoptar medidas contra cíclicas que describiremos después. No lo hizo, y expuso al país no solo a una desaceleración más pronunciada, sino que además, no le dio sostenibilidad al crecimiento. Y cuando esto sucede, como dice Robert Heilbroner ("Vida y doctrina de los grandes economistas") se hace más difícil salir del hoyo.
Respuesta escamoteada
Pero volvamos a Mishan para preguntarnos: ¿El crecimiento económico generoso del gobierno de Toledo benefició realmente a las grandes mayorías y dentro de ellas a los más pobres? La respuesta está siendo escamoteada, porque él insiste en atribuirse principalmente las cifras.
Para tratar de contestarla apelaremos a instrumentos macroeconómicos.
Resulta que al 2008, último año del boom económico, la participación de los salarios en el PBI ha ido cayendo. El 2002 representaba el 25 % del PBI y el 2009 solo el 20.9 %. Sin embargo las ganancias empresariales subieron del 58.7% del PBI el 2002, al 63% el 2009. Lo que demuestra que el crecimiento económico favoreció más al sector empresarial. En Chile el 2006, la participación de los salarios fue del 34.9 % del PBI, es decir 14% más.
Una distribución más equitativa
Esto es precisamente lo que Mishan recomienda que no debe suceder. Crecimiento económico sí, pero con una distribución más equitativa del producto nacional. Sin embargo, es pertinente hacer hincapié, que los asalariados solo representan el 40 % de la fuerza laboral.
El resto se encuentra en el sector informal, del mismo que no hay cifras confiables; pero no es aventurado decir que han corrido la misma suerte.
Una encuesta de la Pontificia Universidad Católica del Perú llevada a cabo en Lima Metropolitana en mayo del 2009, en plena expansión económica dio como resultado que el 91% de la fuerza laboral se manifestaba estar desprotegida. La mayoría dijo no tener protección de salud, que no recibe CTS y tampoco jubilación. Solo el 32 % dice tener seguro de salud, 17% CTS y 23 % aporta a un plan de jubilación. Y lo más preocupante es que uno de cinco menores entre 6 – 17 años de edad, trabaja en las peores condiciones.
Gananacias empresariales
Todo lo cual, no tiene en ninguna circunstancia, la intención de invalidar la importancia del crecimiento económico, al contrario, tiene la finalidad de que los frutos de este esfuerzo deban beneficiar a las mayorías (particularmente las más pobres), tal como el propio Mishan propone cuando dice que "nada es bueno para la sociedad, sino lo es para todos los individuos que la conforman", pues como vemos, solo las ganancias empresariales incrementaron su participación en el PBI, durante las épocas de bonanza.
Robert Hellbroner, el notable economista estadounidense, en su obra "El capitalismo del siglo XXI", dijo que la prosperidad de una Nación no se mide por el oro que tienen, ni por sus activos tangibles, se miden por los ingresos que tenemos. Cuando la mayoría disfruta de ingresos elevados, la Nación vive próspera. El ingreso o renta nacional es en suma el indicador más propicio para medir la prosperidad.
Inversión y Crecimiento
Y es ese indicador, la razón de ser de todo proceso económico. Para lo cual, coincidiendo con John Maynard Keynes dijo que solo la inversión hace posible el crecimiento.
John Maynard Keynes puso de cabeza la teoría clásica sobre la oferta, mediante su tesis de que la demanda es el factor decisivo en la economía. Pero ella solo será posible si suben los ingresos, los cuales, a su vez, generan ahorros y estos se convierten en inversión en manos de particulares. "Si el inversor cree que obtendrá rendimientos más altos, invertirá.
Vacío de inversión
Si no es así o son demasiado pocos se abrirá entonces un "vacío de inversión". Allí es donde deberá intervenir el Estado, lanzando grandes programas de inversión." Todo lo cual lo plasmó en su célebre obra "Teoría General", escrita durante la depresión de los años 30 y publicada en 1936.
No cabe duda que el Estado, en épocas en que la inversión privada baja sus ímpetus, debe convertirse en el impulsor de las mismas, construyendo grandes obras de infraestructura, poniendo más dinero en el bolsillo de los ciudadanos, los que a su vez, (como ya se ha explicitado) incrementarán la demanda; preparando el país para una situación expansiva.
Sugerencias
Con todos estos antecedentes, sugiero lo siguiente:
1.- Dada la importancia de la inversión pública, se hace imperativo que esta sea productiva; entendiéndose por este concepto, que ella genere desarrollo. Para ello, revisar cuanto antes la pertinencia aplicativa del hasta hoy desconocido Plan Nacional de Desarrollo, instrumento sin el cual, seguiremos creciendo en forma inarmónica e invirtiendo a ciegas y con ineficiencia en los tres niveles de Gobierno. Y a esto no se refería Keynes, cuando señaló al Estado como motor de la economía en épocas de recesión.
2.- Disminuir paulatinamente nuestra chino–dependencia que nos hace vulnerables, diversificando nuestra oferta exportable, para lo cual, es imperativo poner en práctica como política de Estado, el "Plan Nacional de Diversificación Productiva", ya elaborado, pero al que nadie le da importancia. Como dice el INEI, tenemos potencialidades en los sectores agrícola, pesquero y turismo.
3.- Hacer más competitiva nuestra producción para competir en mejores condiciones en el mercado internacional. Para lo cual el Estado y los empresarios deban invertir más en Investigación y Desarrollo (I + D). Actualmente el primero solo destina el 0.15% del PBI (la inversión más baja en América Latina) y los empresarios casi nada. Paralelamente, iniciar el tan ansiado proceso de industrialización señalado solo como deseo por el presidente Humala. Debemos de darle valor agregado a nuestras exportaciones tradicionales.
4.- Desde la década del sesenta del siglo pasado Peter Drucker y Daniel Bell, avizoraron que en el siglo XXI la humanidad se convertiría en una "sociedad del conocimiento", en el que la Educación se convertiría en el motor de la competitividad. Nuestro país aún está en el siglo pasado. Ocupamos desde hace años, los últimos lugares en la evaluación Pisa. Razón por la cual sugiero que no se trata solo de presupuesto, sino de una verdadera revolución educativa. Los frutos del árbol del crecimiento económico, solo pueden ser aprovechados por los que están preparados para hacerlo. Sin educación no hay desarrollo, afirma Raymond Barre en su obra "El desarrollo económico". Debemos cumplir este apotegma.
5.- Afirmar la Institucionalidad en el país, pues sin ella, se hace difícil el camino del crecimiento, como lo dicen los economistas Daron Acemoglu y James Robinson en su obra "Porque fracasan los países", para lo cual se hace necesario un claro liderazgo. Lamentablemente Humala no solo no lo fue, sino que con la dación de facultades gubernativas a su esposa, resintió la predictibilidad de la administración pública.
6.- Con total desconocimiento del término tramitología, se le ha querido interpretar como el exceso de trámites que distingue a una Nación, entorpeciendo su crecimiento económico. Nada más equivocado. Es exactamente al revés, este término es definido como el arte o ciencia de resolver, perfeccionar o facilitar los trámites; razón por la cual sugiero aplicarla en el más breve plazo y en todo el territorio nacional para abreviar los obstáculos que se oponen a una fluida marcha de la economía.
7.- Aunque no es un tema económico, me sumo a la exigencia ciudadana de luchar efectivamente contra la corrupción. Ella genera sobrecostos, encarece las obras de infraestructura, ahuyenta las inversiones y distorsiona las prioridades. Si no tenemos éxito en esta lucha, todo lo anterior se relativiza. Y eso no solo es injusto, sino que es un crimen execrable.
Lamento que nada de esto sea motivo de debate en esta campaña. Creo que nunca lo fue, por eso no hemos podido salir del subdesarrollo desde hace 194 años; y lo más probable es que lleguemos al Bicentenario en las mismas o peores condiciones, a pesar de tener ingentes recursos materiales, y millones de peruanos que se niegan a seguir viviendo en la pobreza. Qué lástima. Esa es mi opinión.