Dice el analista venezolano Pedro Elías Hernández: "La experiencia latinoamericana ha sido trágica a la luz de su desempeño económico. Durante años se aplicaron en la región modelos populistas de corte socialista que no resolvieron los problemas fundamentales, los cuales fueron sustituidos por las recetas neoliberales del consenso de Washington. El estatismo y el neoliberalismo, fueron las dos caras de una misma moneda". ("¿Qué es el Capitalismo Popular?". Octubre 2011).
El estatismo surgió cuando los Estados adoptaron como finalidad alcanzar el bien común y se convirtieron en los hacedores de la felicidad de los hombres. Tarea dirigista que Kant calificó como despotismo. Para asumir esa finalidad, el Estado tenía que cumplir un rol interventor, constituyéndose en actor en el campo económico. No como árbitro.
Este modelo fracasó, como dice Hernández, y como tenemos la vocación de vivir a bandazos, ensayamos el modelo neoliberal, privatizándolo todo y dejando al mercado, el rol de repartir la riqueza generada. Rol que no les es compatible por su misma naturaleza egoísta. Y, en vez de solucionar los males del estatismo, los trasladamos al mercado. Los problemas fundamentales no se resolvieron.
Creando un mundo propio
Hace más de 30 años, en el Perú se inició un proceso de migración del campo a la ciudad. Los trabajadores del campo que emigraron a las ciudades para buscar empleo, se encontraron con que los trabajadores de la ciudad tampoco tenián empleo. Por ello en su afán de satisfacer sus necesidades y las de sus familias, dieron un salto cualitativo y creativo generando su propio empleo mediante la creación de micro y pequeñas empresas. Sin embargo, lo hicieron al margen de la legalidad, para crear un mundo propio de generación de empleo y capital. Gracias a este mundo informal, se evitó el "desborde popular" que describió magistralmente Matos Mar. No se produjo la eclosión social que él pronosticaba debido a la crisis y recesión que se vivia en el país.
Han pasado más de 30 años y hoy el país tiene una economía dual: una formal y otra informal. Característica de un país sub-desarrollado, como señala lúcidamente Raymond Barre ("El desarrollo económico". Trigésima edición. 1989). En la primera se encuentra solo el 2% del total de empresas existentes en el país, y son las grandes y medianas empresas. En la segunda están comprendidas el 60% de las Mypes, sector que aglutina el 98% del total de entes productivos.
Las Mypes (antes Pymes) emplean el 75% de la PEA y contribuyen con el 45% del PBI. A pesar de esta evidente importancia, es el sector al que el Estado ha prestado la menor atención. Y a su cuenta y riesgo, siguen desarrollándose, al punto que muchas de ellas tienen presencia en el exterior.
Fui dirigente nacional de este sector hace varios años y he seguido de cerca su creativo y sacrificado destino. Conozco la génesis de estos "empresarios emprendedores" (como llamaba Schumpeter a quienes logran hacer empresa a pesar de las adversidades); he vivido de cerca sus penurias, pero también he disfrutado de sus éxitos. Razones por las cuales la CONACO me ha honrado recientemente con el encargo de presidir el Consejo Consultivo de ese gremio empresarial.
Ciudadanos madrugadores
Un eco lejano de la realidad del país, inspiró al presidente Humala a decir que el crecimiento económico lo sostienen aquellos ciudadanos madrugadores que luchan día a día por sobrevivir. Probablemente se refería a aquellos que tienen su Mype. Y si esta era la reflexión, está en lo cierto. Aunque en este sector (a su pesar) hay millones de "panzones".
Pero como suele suceder se quedó en el diagnóstico. Le faltó decir qué hará su Gobierno para incentivarlos, cumpliendo el mandato de la Constitución (artículo 59°): "el Estado… promueve las pequeñas empresas en todas sus modalidades". Mandato que han incumplido todos los gobiernos.
El hecho que nacieran por generación espontánea y que se hayan desarrollado gracias a su propia iniciativa y creatividad, ha originado la indiferencia del Estado. Cuando ha debido ser exactamente al revés.
La única preocupación del Estado, ha sido la reiterativa intención de formalizarlas (el 60% son informales), y para que ello suceda no se ha concebido ninguna iniciativa ingeniosa.
El Capital Sin Misterio
El ilustre Dr. Hernando de Soto ("El Misterio del Capital") sostiene que: "Lo que da a las personas oportunidad de escapar de la pobreza y crear riqueza es la integración de su contrato social a las leyes del país", proceso que se cumple inexorablemente – según él – si los pobres ponen en valor su propiedad legalizándola. Es decir, obteniendo su título. Esto les permitiría producir abundante capital, obteniendo créditos a través de garantías sobre la propiedad legalizada.
Esto es parcialmente cierto. Si Pedro Quispe le da al banco como garantía el único bien que posee (con título): dos hectáreas de terreno en Andahuaylas; se expone a perderlo. Porque en chacra le pagan S/. 0.17 céntimos por kilogramo de papas. Sin tecnología, producirá aproximadamente 6,000 Kg por S/. 0.17 dan S/. 1,020.00 al año (Son cultivos de secano).
De pobre a desposeído
¿Cómo hará para pagarle al banco? Actualmente recibe lo mismo, pero no tiene que pagarle a nadie ni está su chacra en garantía ante ningún ente financiero. Lo más probable es que de pobre pase a ser desposeído. No es suficiente entonces poner en valor la propiedad.
Siendo esto así, ¿Qué interés tendrían estos pequeños y microempresarios en integrar su contrato social con las leyes del país?; en lenguaje más claro: ¿Cuál sería el interés por formalizarse? La respuesta la ha dado la realidad. Después de cuarenta años de existencia (surgieron en la década del 70), la informalidad alcanza al 60% de las Mypes.
Cuatro Patas de la Mesa
Hace varios años vengo sosteniendo la hipótesis de las "cuatro patas de la mesa". Cada una de las cuales representa un esfuerzo que debe hacer el Estado asumieno su rol promotor, para formalizarlas no con la finalidad exclusiva de cobrarles impuestos y ampliar la base tributaria, sino con el propósito de potenciarlas y modernizarlas para que generen más empleos, divisas y descentralización.
Estas "cuatro patas" que debe asumir el Estado promotor son: Capacitación gerencial, innovación tecnológica, apoyo finaciero y búsqueda de mercados (en el Perú y el mundo globalizado).
Dicho acceso al crédito con tasas promocionales (como se hace con el agro) y de ser posible, crear el Banco de las Mypes (hay un ejemplo exitoso en la India) y facilidades burocráticas para su formalización. Solo así el capital no tendría misterios.
Estas "patas" las he desarrollado en profundidad en diversos artículos. Ellas son producto de mi experiencia y una minuciosa coordinación y trabajo conjunto con los gremios que las agrupan.
Hay CADE para la gran y mediana empresa. Hay también un CADE MYPE, al cual se le debe dar la cobertura y difusión apropiada ya que este evento agrupa a este sector que ocupa el 75% de la PEA. Existen la CONFIEP y la SNI, gremios que tienen influencia directa en el Jefe de Estado para alcanzar sus fines. Y esto no es malo. Lo malo es que las Mypes no alcancen la misma equidad ni tengan la misma oportunidad.
En suma (salvo el infeliz adjetivo de "panzones") el presidente Humala oyó cantar a lo lejos el gallo. Hace falta que cumpla una de sus promesas en campaña: potenciar y modernizar el desarrollo de las Mypes, cumpliendo el mandato de la Constitución con un Estado promotor.
En el mismo sentido (y a su nivel) deben comprometerse los gobiernos regionales, los que de acuerdo a la ley que los creó, tienen la obligación de potenciar y modernizar este sector.
Capitalismo Popular
El capitalismo popular es una creación heroica de las MYPEs.
Se concibió en la década del 80 como la participación de los trabajadores en los beneficios del capital que generaban las empresas. Hoy ese vocablo señala lo opuesto al capitalismo de Estado y al liberalismo. Con un Estado promotor las MYPEs son una alternativa real y coherente para la generación de empleo, riqueza, divisas y descentralización; para lograr que el Perú se convierta en un país grande, desarrollado y poderoso.
Son las Mypes las que crean capital y generan empleo. Siendo estos sus dones resulta absurdo dejarlas a su suerte. Los gobiernos de los últimos cincuenta años, incluido el actual, han actuado en forma confusa. Han dialogado (casi exclusivamente) con la gran y mediana empresa, lo cual es bueno. Es imperativo que el Estado asuma su rol promotor para potenciar y modernizar a la MYPEs para que el crecimiento económico sea sostenible.