Cristal de mira
Dependiendo del cristal ideológico a través del cual ha sido
auscultada la crisis financiera internacional, se han tenido diversas
interpretaciones, diagnósticos y pronósticos acerca de ella.
Algunos economistas de orientación izquierdista han augurado el fin
del capitalismo. Para ello, se han apoyado en Immanuel Wallerstein,
sociólogo y científico social nacido en Nueva York quien, junto con
Noam Chomsky, lideran los movimientos antisistémicos y
antiglobalización. El pensamiento de Wallerstein tiene un vínculo
directo con la obra de Marx y Fernand Braudel. Por tal razón, no es
extraño que sus conclusiones, respecto al futuro del capitalismo,
tengan un matiz apocalíptico.
Sin embargo, frente a esta interpretación, existen otras líneas de
pensamiento que, más bien, afirman el fortalecimiento del capitalismo
después de esta crisis, pues el Estado perfeccionará sus controles,
sus reglas, sus regulaciones y tendrá mayor presencia entre los
actores del mercado, tal como lo recomendara Keynes después de la gran
crisis del año 1930.
Pesimismo importado
En el plano nacional ha sucedido casi lo mismo. El anuncio del
presidente García respecto al blindaje de nuestra economía frente a la
crisis fue mal interpretado. En ningún momento, expresó que sus
efectos no llegarían a nuestras costas. Eso hubiera sido absurdo. Lo
que dijo es que estábamos preparados para afrontarla. Los sucesos
posteriores al anuncio y a las críticas han confirmado que el Perú y
Costa Rica son los únicos países que tendrán más capacidad para capear
el temporal.
Sin embargo, se insiste en emitir apreciaciones pesimistas respecto al
desaceleramiento en el crecimiento de nuestra economía. Los augurios
que afirman que el próximo año habrá un crecimiento del orden del 5%
respecto al PBI han sido la fuente de toda crítica. Con ello se ha
obviado la historia económica de nuestros país, pues en febrero de
1995 se experimentó un pico del 13,1%, aunque, durante los veinte
meses subsiguientes, solo se alcanzó el 1,6%.
El vaso está medio lleno o medio vacío, parece ser la discusión
bizantina en que estamos atrapados. No nos damos cuenta de que
deberíamos construir el país con ideas y no con demagogia, que es como
se denomina a la crítica insensata e irreflexiva. ¿Cuál ha sido el
aporte de quienes critican al Gobierno? Ninguno. ¿Es esta poca
capacidad contributiva el mejor activo de los "líderes políticos" para
merecer estar en el partidor de las próximas elecciones? Lo probable
es que durante la campaña se discutan nimiedades y se intercambien
adjetivos, soslayando temas tan importantes como este. Se discutirá de
todo para que nada cambie. Y, así, añadiremos, con pesar, cinco años
más a los 180 de fracasos y frustraciones.
Realidad de la crisis
Los índices de la economía estadounidense apuntan, cada vez más, a un
diagnóstico de depresión: el comercio se cae, la riqueza se evapora y
el sistema bancario esta en la ruina. La deflación es una amenaza
constante, las empresas reducen salarios, producción y precios. Los
gobernantes de todos los países del mundo implementan planes
anticrisis para evitar que esta se agrave.
Los estadounidenses, ante la crisis más grave de su vida, venden sus
acciones y bienes, solicitando al Gobierno ayuda y asumiendo actitudes
más conservadores respecto a tomar prestado, prestar e invertir.
Algunos sectores, como vivienda, automovilístico, servicios
financieros e industrial se encuentran en depresión, lo que ha
producido un colapso en el mercado laboral.
El Fondo Monetario Internacional dice que, con esta crisis, será la
primera vez, desde la segunda Guerra Mundial, que Estados Unidos y
otros países industrializados sufren una contracción simultánea en sus
economías.
Optimismo oportuno
El mercado está compuesto por seres humanos que piensan, gozan, se
asustan y, sobre todo, consumen. Es en razón de sus expectativas y
deseos que se mueve la economía, la misma que no escapa al
sentimentalismo.
Son estos argumentos los que dieron cabida a psicoanalistas y
psicólogos en la ciencia económica. Uno de ellos, Moisés Lemlij, dice
que "el optimismo genera un inexplicable clima de estabilidad
económica que, normalmente, se contradice con lo que ocurre alrededor
del mundo".
A pesar de pronósticos internacionales desalentadores, los 100
gerentes generales y ejecutivos de las más grandes empresas locales
señalan que sus compañías crecerán entre 5% y 20% entre el presente y
el próximo año, como dice la consultora GMR. Vaticinan que el sector
consumo crecerá entre 5% y 6%. No existe ninguna duda de que la crisis
ya se ha manifestado en sectores como la minería, agroindustria y
manufactura, pese a lo cual, se mantiene un cauteloso optimismo
empresarial. ¿Qué ha pasado? La respuesta parece ser el efusivo
comportamiento del Dr. García, quien permanentemente inyecta el
entusiasmo que ha hecho la diferencia.
La Dra. Lourdes Flores, con un lenguaje mesurado, le ha sugerido que
no peque de optimista, pues ello podría crear expectativas que luego
no podrían ser satisfechas. Pareciera que, en momentos de crisis, es
preferible pecar de entusiasta, que de lacónico. Sin embargo, habría
que tener presente la coyuntura de la Crisis Financiera Internacional
que vive el mundo globalizado.
Qué hacer
Cumpliendo con nuestro rol contributivo, quisiéramos expresar nuestras
dudas respecto a la capacidad del Estado (los tres niveles de
Gobierno) de invertir rápido, bien y honestamente los recursos que se
han orientado a la infraestructura. Estamos en marzo y se nota que ese
"perro del hortelano" no ha superado sus defectos.
Pero creemos también que la solución no pasa por eludir controles ni
leyes, como en acto de desesperación ha sugerido el presidente García.
Creemos que ha llegado el momento de iniciar la tantas veces
postergada Reforma del Estado. La crisis y el futuro del país
requieren que el Congreso, de una vez, deba abocarse a la tarea más
importante de este siglo.
El no haber podido convertir el crecimiento en desarrollo es la prueba
más elocuente de que este emprendimiento es impostergable.
Cambio del modelo exportador
De acuerdo a las características que describe el economista Raymond
Barre en su obra El desarrollo económico, nuestro país es dependiente.
Dependemos no solo de los capitales privados externos, sino del precio
fluctuante del mercado respecto a nuestras exportaciones. Estas, al
ser mayormente primarias, nos hacen más vulnerables, pero también,
cuando el precio de ellas sube, nos vemos favorecidos, como ha
ocurrido en los últimos seis años.
Era obvio que esto no iba durar. Al desvanecimiento de nuestro auge,
se ha sumado la caída de la capacidad adquisitiva de nuestras
exportaciones. Estas no solo han caído en cuanto a precios, sino
también en términos reales al 4,6% a diciembre del 2008. Por tal
razón, han crecido las importaciones en un 14,7%, produciendo el
primer déficit en nuestro comercio exterior para el cuarto trimestre
del 2008, luego de 22 trimestres consecutivos de superávit, como
afirma Farid Matuk.
Se hace entonces necesario ir cambiando, paulatinamente, el modelo
exportador. De uno primario, debemos pasar a otro con más valor
agregado. Para lograrlo, el Estado y las empresas privadas deben
destinar mayor presupuesto a la investigación y el desarrollo. Chile
podría ser un adecuado referente.
Otro aspecto en el que se debe incidir es en la proporción entre el
gasto público y el crecimiento. El primero solo fue del 13% respecto
al 87% del gasto privado en los dos últimos años. Esto equivale a
decir que, del crecimiento promedio de 8,6% anual, solo 1,4 puntos le
correspondieron al total del gasto público. En un país con las
características económicas y sociales como las nuestras, el Estado
debe dinamizar el crecimiento. A pesar de que este esfuerzo ha sido
cabalmente comprendido por el presidente García, no existen el
dinamismo en el gasto y la honestidad necesaria. Hagamos algo, ya, con
el "perro del hortelano".
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MARCO ANTONIO ARRUNATEGUI CEVALLOS
DIRECTOR & ANALISTA POLITICO
REVISTA - JUSTO MEDIO
www.justomedio.com